Testimonio extraído de www.clinicamartinezwallin.es
Milagros Sánchez Toledo
Tenerife, España
Acudí a la Clínica Martínez Wallin por recomendación de una amiga. Le conté que
llevaba varios días con migrañas y que me pasaba desde hacía varios años.
Era un poco escéptica al respecto, porque nunca hubiera relacionado
todas mis molestias con la boca, pero estaba dispuesta a probar porque ya había
acudido a varios médicos y ninguno había podido ayudarme; así que pensé que no
tenía nada que perder por escuchar lo que me decían.
La sintomatología era bastante variada: yo acudí por los dolores de
cabeza, pero una vez allí, a medida que fuimos indagando en el caso, me di
cuenta que tenía otros derivados.
El dolor de cabeza era siempre igual: un latido agudo en la sien
izquierda que se extendía hacia el ojo izquierdo y abarcaba toda esa zona y, en
la mayoría de las veces, también la frente. No llegaba a invalidarme pero
condicionaba a la hora de realizar algunas tareas, y además durante los días
que se presentaba llegaba a tener que tomar alrededor de tres o cuatro sobres
de ibuprofeno 600 mg al día, y mi estómago ya se estaba resintiendo.
Además, el brazo izquierdo se me dormía a menudo, llegando a veces a
perder sensibilidad en los dedos o a sentir un cosquilleo constante.
Otro síntoma era que sentía mareos en algunas ocasiones, no siempre
durante los días en que padecía la migraña, y de manera bastante acentuada, una
contractura casi permanente en las lumbares, sobre todo al levantarme por la
mañana, y a veces también en las cervicales.
Antes de acudir a la cita, ya había acudido al médico por el
adormecimiento del brazo y no supieron darme ninguna explicación. Acudí también
al oculista para descartar que los dolores de cabeza fueran ocasionados por
algún problema relacionado con la vista, y al decirme que la tenía perfecta,
acudí entonces al neurólogo, que me diagnosticó en una consulta de unos quince
minutos, una migraña que debía seguir tratando con ibuprofeno en cada crisis,
cosa que ya hacía desde hacía tiempo.
No podía salir a la calle sin la medicación en el bolsillo porque no
sabía en qué momento se me iba a presentar una crisis, aunque normalmente era
de madrugada, al levantarme o a media tarde.
A partir de la primera consulta comencé a ser consciente de ciertos
hábitos posturales que ni siquiera sabía que tenía, y a darme cuenta de que las
molestias eran más frecuentes de lo que yo pensaba, así que comenzamos
cambiando hábitos posturales al dormir y al comer.
Además, he tenido que aprender de nuevo a colocar la lengua en el
paladar, ya que tenía la costumbre desde pequeña de empujarla contra los
dientes hacia delante, lo que me estaba deformando la dentadura. Ahora, después
de se me haya equilibrado la mandíbula, al menos tengo la mordida alineada y no
me muerdo la lengua, que antes llegaba incluso a dolerme.
Tengo también bruxismo, creo que bastante considerable, sólo que antes
no me daba cuenta. A veces notaba la tensión en la mandíbula y en la parte
posterior del cuello, sobre todo a la hora de dormir y en los momentos en que
estaba leyendo o estudiando. Y también al conducir.
¿Qué ha pasado después de ponerme el equilibrador?
Una vez conseguimos
equilibrarme la boca, llegó el aparato. Al principio de verdad pensé que no iba
a funcionar, porque me resultó incómodo y me tensaba más intentando que no se
me cayera, que se quedara en su sitio y comunicarme con claridad.
Al no dejarme llevar la boca al paladar, no podía pronunciar bien
algunos sonidos y hacía más fuerza de la normal para hablar, por lo que tenía
que quitármelo para descansar. Además, los primeros días siempre lo perdía a
mitad de la noche.
A la semana, creo que ya me había acostumbrado, porque lo llevaba
puesto las 24 horas, excepto para comer, y comencé a ver los resultados:
Después de varios meses utilizándolo, los
dolores de cabeza, que se habían mitigado con los cambios posturales en
frecuencia e intensidad, ya casi han desaparecido, salvo por los días
premenstruales; aunque no aparecen todos los meses y los soporto sólo con un
paracetamol, que antes no me hacía nada.
Ya no salgo a la calle con el Ibuprofeno en la cartera, ni tengo que
buscar de repente una farmacia, simplemente me he olvidado de eso.
Las contracturas de las lumbares han
desaparecido, cuando hubo días en los que me costaba levantarme de la cama.
El adormecimiento del brazo izquierdo ha desaparecido, cosa que me
preocupaba, y el cosquilleo de los dedos tampoco he vuelto a sentirlo.
Ya no sé lo que es un mareo, porque han remitido completamente. Tenía una especie de eccema en la aleta
izquierda de la nariz que me salía intermitentemente, y que hace meses que ha
desaparecido.
Duermo mucho mejor y me levanto mas descansada por las
mañanas, ya que el equilibrador no me deja apretar los dientes y así no se me
tensiona la mandíbula. Antes me levantaba con tensión en la boca por mantenerla
apretada durante toda la noche.
El tratamiento me ha dado una mayor calidad de vida, ha hecho
desaparecer muchos de los síntomas y ha mitigado otros considerablemente.
Incluso ahora que llevo unos días sin él, porque se me ha roto y está en
reparación, soy consciente de los errores que se me han corregido, como la
posición de la lengua, que ya coloco en su sitio de manera inconsciente, ya que
el equilibrador me obliga a ello. Así se me ha acostumbrado y ya no me daño la
dentadura, que era un mal que podía ocurrirme en el futuro de no haber hecho
algo.
Seguramente me dejo muchos más detalles detrás, pero en resumen, esta
es mi experiencia. Si me preguntan, puedo decir que lo recomendaría y que
la experiencia es positiva, por supuesto. Aunque acudí por los dolores de
cabeza, que eran mi prioridad, sólo con que me hayan desaparecido el
adormecimiento del brazo y las contracturas, para mí ya es suficiente. Y si
además cuento con que la cabeza ha dejado de ser una molestia un día sí y otro
también, para mí ya es más que suficiente.
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