Fecha: 27/08/14
Nombre: Aránzazu Osés
Edad: 30 años
Profesión: Cantante
Ubicación: Badajoz (España)
Mi nombre es
Aránzazu Osés y tengo 30 años. Soy cantante profesional. Mi vida es
absolutamente normal gracias al Dr. Larena- Avellaneda, pero hace 4 años esto
parecía algo totalmente improbable.
En enero de 2010
tuve un accidente de coche. Fue algo aparatoso en cuanto al coche, pero yo salí
por mi propio pie, aparentemente sin haberme hecho nada, aunque muy mareada. En
aquel momento, cuando parecía que no tenía ninguna lesión, en realidad el golpe
hizo que se me despertara una enfermedad muy molesta: el CAT. Y aquel mareo que yo creía que sería
algo pasajero, se convirtió en mi compañero diario durante 9 meses, hasta que
comencé el tratamiento propuesto por el Dr. Larena-Avellaneda.
Después de varios
meses buscando una explicación, un diagnóstico y tratamiento a ese mareo, yendo
a muchos médicos (traumatólogos, otorrinos, maxilofaciales, neurólogos…), todos
me decían la típica frase de “será del golpe, las cervicales, ya se te pasará.
Tal vez, un trauma psicológico por el accidente…” Yo sabía que una lesión en
las cervicales podía dar lugar a una sensación de mareo, pero eso no era lo que yo tenía. Mi
mareo era constante. Me acostumbré a que mi habitación diera vueltas sin parar,
ni siquiera mejoraba con los ojos cerrados, y así era como vivía. Había días en
los que no podía levantarme de la cama. Además, dentro de ese mareo al que yo
me acostumbré, estaban los vértigos. Esa habitación que se pasaba el día dando
vueltas, de pronto daba un giro de 360 grados radical y la consecuencia para mí
era una caída. Me encontraba en el suelo sin saber cómo había llegado.
Durante 9 meses me caía una media de 3 veces por día, menos mal que nunca me hice nada, pero era algo repentino, no podía predecirlo, controlarlo o evitarlo. Esto, por supuesto, implicó cambios en vida y un estado mental bastante desanimado, ya que hice que mi familia dejara todo por mí, puesto que yo tenía miedo de hacer las cosas sola. Recuerdo varias salidas a la calle en las que terminé por los suelos. Debido a ello, cuando me di cuenta, me había metido en una rutina en la que no salía a la calle sola, sin tapones para los oídos (ya que el ruido también me molestaba y desequilibraba), y un gorro en la cabeza (para el “frío”).
Un otorrino al que
acudí, ya que parecía que mis síntomas se derivaban de una lesión en el oído (sentía
mucho dolor en la zona externa e interna, oía ruidos tipo pitidos inexistentes,
me molestaba mucho el ruido. Para mí cuando pasaba un coche por la calle, era
como si me pusieran un amplificador en el oído y lo escuchaba al doble de
decibelios del ruido que producía en realidad. Es algo que si no llego a vivir
no me lo creo. Aprendí que se llamaba hiperacusia, sin duda, uno de los peores
síntomas), me dijo que él pensaba que la lesión podría tener que ver con la boca,
ya que el oído estaba aparentemente bien. A partir de ahí, me puse en contacto
con supuestos especialistas de mandíbula, cuya frase favorita era: “las
lesiones de mandíbula no pueden provocar mareos, serán las cervicales o tal vez
psicológico”, así que llegué a creérmelo.
En aquella época,
estaba cursando estudios de canto en Holanda y me había pasado unos meses (2,
3), en España para la rehabilitación del accidente, hasta que pensé que tal vez
la vuelta a la rutina de estudio me vendría mejor, me encontraba mal, pero
pensando que era psicológico me fui a continuar con mis estudios. En aquel
momento, como consecuencia de forzar la boca nada más empezar con las clases de
nuevo, se me desataron tooooodos los síntomas tan horribles que da el CAT.
Además de mis mareos, vértigos y pitidos habituales, comencé a sentir dolores.
Un dolor de mandíbula cada vez que abría la boca para cantar, tan intenso que me llegué a desmayar un par de veces
por no poder soportarlo (el forzar hizo que ya no sólo no pudiera cantar y los
mareos empeoran más aún, sino que había días en los que no podía hablar o
masticar nada de alimento sólido). También recuerdo un cansancio extremo, como
si tuviera que subir escaleras como una persona mayor, una molestia extrañísima
a la claridad y unos calambres horrorosos por la parte externa del oído, además
de unos dolores de cabeza literalmente insoportables.
Fue entonces cuando me puse pesada con la búsqueda
de especialistas de mareos relacionados con la mandíbula o lesiones simplemente
de mandíbula y por suerte di con la página del Dr. Larena-Avellaneda. Recuerdo
pensar, parece que este hombre le da un nombre a mis síntomas, y además ¡hay
mucha gente que lo padece!, pero, ¿“Canarias? ¿Cómo voy a irme yo allí al
médico?
Antes de coger una cita, le escribí un mail con mis síntomas. Muy amablemente, me contestó que para poder “diagnosticar” si tenía o no CAT (siglas desconocidas para mí, pero que se asemejaban a mis síntomas según lo leído en su web), debía dormir boca arriba un par de días y masticar por el lado que me dolía (pensé yo, cómo voy a masticar por aquí si me duele una barbaridad, pero así lo hice). Gracias a hacer eso durante una semana, estaba un poquito menos mareada, así que cogí un avión para su consulta.
Recuerdo la primera
consulta. Yo pensaba “si es como los demás, al menos he venido de vacaciones a
Canarias, pero no pienso hundirme si no sabe diagnosticarme”. El Dr. estuvo
casi dos horas conmigo, haciéndome pruebas (que si sientes este pinchazo en la
cara, que si cierra los ojos a ver si mantienes el equilibrio, etc).
Me emocioné y casi lloro cuando vi que entendía mi problema. Todo tenía explicación: mis mareos, por qué según las posturas que ponía se acentuaban o no, por qué si miraba de cerca tenía más equilibrio que si miraba al horizonte, etc.
Me emocioné y casi lloro cuando vi que entendía mi problema. Todo tenía explicación: mis mareos, por qué según las posturas que ponía se acentuaban o no, por qué si miraba de cerca tenía más equilibrio que si miraba al horizonte, etc.
Después de dedicarme
tanto tiempo en la consulta, se
sentó conmigo en la sala de espera y me dijo que estuviera tranquila, que iba a
intentar ayudarme y que él creía que iba a mejorar. Mi diagnóstico era de CAT (compromiso
de la articulación temporomandibular) bilateral y SMT (síndrome del músculo
temporal). Me dijo también que me veía bastante grave (él mismo se quedó sorprendido al hacerme las pruebas, ya
que yo no me tenía en pie, mi equilibrio estaba desaparecido, me caía hasta
sentada hacia un lado incluso con los ojos abiertos), y que según su criterio,
tal vez tardaría mucho tiempo en ponerme bien, pero que poco a poco notaría
mejora con el tratamiento. También me dijo que cualquier cosa que necesitara se
la pidiera y tanto él como su enfermera estuvieron muy encima de mí para todo.
Recuerdo una sonrisa medio emocionada al darme
cuenta de que había encontrado la solución.
Después de un largo tratamiento (tallado
selectivo, operaciones de tallado de maxilar superior y extracción de molares
para liberar el espacio donde la mandíbula se golpeaba con el maxilar superior,
una placa equilibradora para evitar ese golpeo al hacer ciertas posturas
cotidianas y una larga rehabilitación de no forzar), de mucha, mucha paciencia y rehabilitación (aparte de estos
tratamientos del Dr. Larena-Avellaneda, por mi cuenta me busqué una rutina de
ejercicios para fortalecer musculatura y equilibrio, fisios, osteópatas, etc), estoy
bien. Después de 4 años ESTOY
BIEN. NORMAL.
Hace más o menos un año que no tengo ningún mareo (tal vez un día puntual en el que haga un sobreesfuerzo, pero ni los recuerdo casi), oigo a un nivel normal (puedo ir a conciertos si quiero, cosa que antes era impensable), no tengo pitidos, dolores, nada de nada. He recuperado mi vida, y además puedo cantar.
En cierta ocasión,
tras un año de tratamiento y encontrándome bastante mejor, el doctor me dijo
que no podía garantizarme poder volver a cantar de forma profesional. Una cosa
era cantar de vez en cuando y otra mi intención de dedicarme a ello, ya que
esto supondría un esfuerzo enorme para la mandíbula. Cuando me lo dijo, yo me
cansaba sólo por hablar y me dijo que me imaginara qué podría suponerme cantar.
No le di importancia en el momento del diagnóstico, ya que me prioridad era
poder volver a llevar una vida normal, pero la realidad era que yo estaba
estudiando canto, quería ser cantante profesional, y no podía abrir la boca ni
para sonreír, ya que me dolía. Fue
una decepción, pero sólo podía pensar que hacía un año no podía salir a la
calle sin mareos y en ese momento ya sí, así que todo llegaría.
Efectivamente,
canto a diario. Tengo una empresa de música para eventos, que por suerte va muy
bien y tenemos mucho, mucho trabajo. No me canso, no me duele, estoy bien. Mi
vida está arreglada y soy muy feliz. En cada escenario me emociono pensando en
cómo estaba y en dónde estoy ahora gracias al Dr. Larena-Avellaneda.
Pero hay que darle
tiempo. Yo he tardado 4 años en estar bien del todo totalmente (y es cierto que
aunque el origen del problema esté arreglado, debo cuidar las posturas y
ciertas cosas, por ejemplo, no se me ocurrirá nunca montarme en una montaña
rusa o cantar inconscientemente sin mis descansos y hábitos saludables de
relajación y calentamiento de la musculatura) y algunos síntomas reaparecen de
forma puntual (si estoy todo el día en el ordenador, adelantando la mandíbula,
pues al final del día me duele un poco la cabeza o estoy algo mareada, pero son
cosas que le pasan a la gente que
no tiene o no ha tenido CAT
y lo vemos como normal). SIEMPRE
hay que cuidarse y seguir las pautas, pero se llega a tener una vida
completamente normal después del tratamiento.
Gracias al Dr. Larena he recuperado mi vida y soy muy feliz. Cruzármelo en mi vida ha sido, a pesar de las circunstancias en las que le conocí, una de las mejores cosas que me han pasado. La calidad no sólo médica (la paciencia con la escuchaba todos mis síntomas que, en teoría, no tenían ninguna relación y la explicación lógica que daba a cada uno de ellos) sino también- sobre todo!- la calidad humana del Doctor y de todo su equipo, hacen recuperar la fe en las buenas personas que hay por el mundo.
Sólo puedo decir
MUCHÍSIMAS GRACIAS doctor, por ayudarme pero, sobre todo, por escucharme y
comprenderme.
Quiero aprovechar
este testimonio para dedicarle una canción en donde se ve cómo soy FELIZ:
esta enfermedad no la sabe sino el que la pasa, menudo calvario, llevo 1 año ya y todavía estoy a medio gas...
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